Leche entera o descremada: lo que la ciencia realmente dice sobre su salud

La elección entre leche entera y descremada ha sido un tema de debate durante décadas. Tradicionalmente, se ha recomendado optar por lácteos bajos en grasa debido a los supuestos riesgos asociados con las grasas saturadas presentes en la leche entera. Sin embargo, investigaciones recientes han empezado a cuestionar esta convencion, sugiriendo que el panorama es más complejo de lo que se pensaba.
¿Es realmente saludable la leche entera?
La alerta contra el consumo de leche entera comenzó en los años 60, cuando diversos estudios internacionales establecieron una correlación entre una ingesta elevada de grasas saturadas y un aumento en la tasa de ataques cardíacos. Posteriormente, investigaciones confirmaron que estas grasas podían elevar los niveles de colesterol total y LDL, conocido como colesterol "malo". Esta situación provocó un cambio en la industria alimentaria, donde muchas personas comenzaron a sustituir la grasa láctea por carbohidratos refinados o azúcares en productos etiquetados como “light”. El problema fue que esta sustitución no siempre resultó beneficiosa para la salud.
En años recientes, amplios estudios de cohorte han seguido a cientos de miles de personas durante períodos prolongados, descubriendo que el consumo de productos lácteos, tanto enteros como bajos en grasa, no presenta un impacto significativo en el riesgo cardiovascular. Esto sugiere que, en términos generales, consumir leche, independientemente de su nivel de grasa, no incrementa ni disminuye de forma notable las posibilidades de sufrir un infarto o un accidente cerebrovascular.
Sin embargo, esta conclusión de "neutralidad" debe matizarse. En estas investigaciones, los lácteos se comparaban con una mezcla de alimentos comunes en la dieta estadounidense, los cuales incluyen bebidas azucaradas, carnes procesadas y cereales refinados, pero ninguno de estos alimentos es considerado especialmente saludable. Así, la ausencia de un riesgo mayor no implica que los productos lácteos actúen como protectores contra enfermedades.
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Un análisis de más de 200,000 adultos estadounidenses reveló que un aumento en el consumo de leche entera se asociaba con un mayor riesgo de mortalidad cardiovascular y total. Por otro lado, sustituir los lácteos por fuentes de proteína vegetal, como nueces, legumbres o productos de soja, mostró una disminución en el riesgo, mientras que el cambio por carne roja incrementaba dicho riesgo.
¿Qué opción es la más adecuada?
Walter Willett, médico y profesor de epidemiología y nutrición en la Universidad de Harvard, sostiene que el enfoque debe ser considerar la alimentación como un sistema de sustituciones. La elección entre leche entera o descremada tiene menos importancia que los alimentos que reemplazan a las calorías que se eliminan. Así, optar por grasas insaturadas de origen vegetal, como el aceite de oliva, canola o soja, parece ofrecer beneficios claros para la salud.
Willett también hace hincapié en la relevancia de los productos lácteos fermentados, como el yogur o ciertos tipos de quesos, que han mostrado efectos más favorables en diversos estudios. En cualquier caso, la cantidad es un factor crucial; consumir solo una porción diaria de lácteos enteros probablemente tenga un impacto mínimo en la salud cardiovascular.
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Más allá del vaso de leche
La composición de la leche entera incluye alrededor del 3,25% de grasa; la leche baja en grasa contiene entre un 1% y un 2%, mientras que la leche descremada apenas cuenta con un 0,5%. A pesar de estas diferencias, todas las variedades de leche aportan nutrientes esenciales, como proteínas, calcio, vitaminas y minerales. La diferencia principal radica en el aporte calórico y en la calidad de la grasa.
Por eso, en lugar de limitarse a la elección de leche entera o descremada, la ciencia sugiere adoptar una perspectiva más amplia sobre la dieta en su conjunto. Incluir un mayor número de fuentes de proteína vegetal y grasas saludables parece un enfoque más prometedor que simplemente incrementar el consumo de lácteos, independientemente de su tipo. Para quienes buscan una alternativa directa a la leche de vaca, la leche de soja, ligeramente azucarada, ocupa uno de los lugares más respaldados científicamente.
La complejidad de la salud cardiovascular y la alimentación humana implica que cada individuo puede tener necesidades diferentes. Así, es recomendable considerar no solo la elección de productos lácteos, sino también el conjunto de alimentos que conforman la dieta diaria. En este contexto, el conocimiento sobre qué alimentos beneficiarían más la salud personal puede ayudar a tomar decisiones más informadas.
Es esencial estar abierto a las evidencias que la ciencia va revelando y recordar que la moderación y la calidad son clave cuando se trata de la salud y la nutrición. Si deseas leer más sobre este y otros temas, no dudes en visitar mi blog para informarte mejor.